Sermon: Easter, Seven John 17:1-11 May 21, 2023. Rev. Veronica Alvarez Faith/La Fe
Sermon: Easter, Seven John 17:1-11 May 21, 2023. Rev. Veronica Alvarez Faith/La Fe
¿Cuál sería tu petición de oración si pudieras pedirle a Jesús que rezara por ti?
Podríamos pedir por nuestra salud, nuestras familias, nuestros problemas en casa o en el trabajo; éstas son algunas de las oraciones que podríamos pedir por nosotros mismos o por personas que conocemos.
La Escritura nos dice que cuando no sabemos cómo rezar, el Espíritu de Dios reza por nosotros: "El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras" (Romanos 8:26).
A veces podemos necesitar esos "gemidos demasiado profundos para las palabras". Puede que no sepamos cómo rezar por las personas y las cosas que nos preocupan. Puede que ni siquiera sepamos por qué tenemos que rezar. Pero el Espíritu sabe e intercede por nosotros.
Jesús animó a sus discípulos a dar a conocer sus peticiones a Dios: "les aseguro que, si piden algo al Padre en mi nombre, él se los dará. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pedir y recibirán, para que su alegría sea completa" (Jn 16, 23-24).
¡Qué oferta! Pedir y recibiremos. Es una oferta que Jesús repitió varias veces en su despedida de los discípulos.
Pero ellos no respondieron, porque toda su atención estaba ocupada con el pensamiento de la partida de Jesús. Apenas si podían pensar en otra cosa. En su lugar, Jesús ofreció su propia oración que a veces es llamada la " oración sacerdotal de Jesús".
La primera parte de la oración de Jesús se centraba en la gloria de Dios. Pero la gloria de la que hablaba Jesús era la gloria de terminar la obra de Dios, la gloria de estar en presencia de Dios, la gloria de volver a Dios por la propia muerte de Jesús en la cruz. Era una gloria horrible, pero a eso se refería Jesús cuando decía que estaba glorificando a Dios.
La segunda parte de la oración de Jesús se centraba en sus discípulos. Por lo que sabemos, esta no fue la oración que ellos pidieron, sino la oración que Jesús eligió para ellos y eligió para todos nosotros como sus seguidores.
Jesús oró por los que recibieron sus palabras y creyeron en él enviado del Padre. Rezaba por los que pertenecían a Dios, podríamos decir por los que formaban parte de la familia de la fe. No porque ellos o nosotros pidiéramos esta oración, sino porque Jesús se sintió movido a orar mientras se preparaba para dejar esta tierra.
En su oración, Jesús pidió protección y unidad. Conocía muy bien los desafíos de vivir en el mundo.
Se había enfrentado a muchas críticas de los que se le oponían y a la incomprensión incluso de sus amigos y seguidores más cercanos.
Estaba a punto de ser arrestado, juzgado y crucificado. Sin embargo, a pesar del tremendo costo, se mantuvo firme en la obra de su Padre.
Para cualquier desafío que sus discípulos tuvieran que afrontar en el mundo - cualquier crítica o malentendido o persecución - rezó para que Dios les protegiera de perder su camino (versículos 12-15).
Jesús oró pidiendo protección para que los discípulos pudieran conocer el mismo tipo de unidad que Jesús conocía con su Padre.
Los discípulos habían estado discutiendo sobre quién era el más importante (Marcos 9:33-34). Santiago y Juan ya habían preguntado a Jesús si podían sentarse junto a él "en la gloria", a su derecha y a su izquierda, en lo que ellos consideraban los asientos más agradables del cielo (Marcos 10:35-41). Los demás discípulos se molestaron porque pedían favores especiales a Jesús. Incluso entonces, necesitaban protección contra la división y la desunión, ¡y Jesús aun estaba con ellos!
Hoy también necesitamos esa protección. Como cristianos, somos parte del cuerpo de Cristo, parte de una larga línea de creyentes que se remonta hasta los primeros discípulos de Jesús y que se extiende hacia el futuro.
Tenemos una unidad que abarca siglos, generaciones y territorios; una unidad que trasciende clases y culturas; y una unidad que trasciende las diferencias congregacionales.
Sin embargo, en cierto modo, al igual que los primeros discípulos de Jesús, seguimos discutiendo sobre quién de nosotros es el más grande. Seguimos luchando con dinámicas familiares y eclesiásticas que intensifican nuestras diferencias. Seguimos enojándonos por cuestiones que nos dividen. La oración de Jesús aún no ha sido plenamente escuchada.
¿Por qué? Jesús oró sobre el pescado y el pan, y todos en la multitud recibieron su ración.
Rezó ante la tumba de Lázaro, y Lázaro resucitó de entre los muertos.
Pero, ¿qué sucedió cuando Jesús oró pidiendo protección y unidad para sus discípulos? Uno de ellos le traicionó y se suicidó. Otro le negó. Todos acabarían abandonándole. Hoy en día, la Iglesia sigue desintegrándose, e incluso algunas congregaciones pueden tener problemas para mantener su unidad.
Cuando se trata de la unidad de los cristianos, está claro que seguimos viviendo en el ya-pero-todavía-no. Si Jesús estuviera aquí en carne y hueso para rezar con nosotros, todavía rezaría esa misma oración por nuestra protección y unidad. Quizá sea ésa una de las oraciones que el Espíritu suspira todavía hoy por nosotros.
Sin embargo, para los primeros discípulos de Jesús y para nosotros, hay ejemplos de esa unidad por la que él oró. Los discípulos se reunieron cuando Jesús se les apareció después de su resurrección. Recibieron su gran comision de compartir la buena nueva, y el impacto de su ministerio conjunto ha perdurado a lo largo de los siglos.
Hoy, en nuestra iglesia, nuestras dos culturas comparten el mismo edificio y colaboran en la ayuda a la comunidad. Cuidamos de nuestro edificio y rezamos unos por otros. Puede que algunos de nosotros no nos entendamos, pero podemos sentir el Espíritu Santo trabajando y orando entre nosotros.
La unidad que desea Jesús para nosotros es obra del amor mutuo, amar como él nos ha amado (Jn 13:34). La unidad se da cuando cada uno de nosotros amamos de tal manera que nuestra entrega a los demás no tenga límites
La unidad es la clave para que se cumpla la oración de Jesús en nuestras comunidades. En la unidad están la fuerza y la obediencia de la fe en Cristo. La unidad es la manifestación de la vida en Cristo para todos los que creen y lo reciben hoy y mañana. En la unidad se manifiesta la vida de Dios encarnada en nuestros proyectos, y nuestras interacciones como iglesia
Dios nos da protección y desea que tengamos una relación personal con él. Cuando venimos a la mesa del Señor Cristo nos une, nos fortalece y nos renueva
Como iglesia y como individuos, todavía estamos en camino con Jesús. Su oración aún no ha sido totalmente contestada, pero Dios tampoco ha terminado con nosotros.
No nos cansemos ni nos desanimemos. Sigamos caminando juntos, orando y dando gloria a Dios nuestro redentor y sustentador de nuestra fe y comunión, para que nos proteja de la separación y fortalezca nuestra unidad y amor mutuo. Amén